Una entrevista d’Omayma El Bouhassani i Paula Saavedra Egea.
Dialla Diarra (Mali, 1976) es una activista africana residente en Banyoles, que se dio cuenta de que había sido mutilada cuando fue madre por primera vez con 15 años; después que su familia la casara a los trece por el método de matrimonio forzado. Tiene dos hijos y tres hijas, que no han sido mutiladas. Para luchar por los derechos de las mujeres africanas y promover su empoderamiento, creó en 2006 una asociación sociocultural de mujeres africanas: Legki Yakarues significa “mujeres de hoy” en sarankule, el idioma que se habla de su Mali natal.
¿Por qué en África se practica la mutilación genital y quién la hace?
Por presión social y, sobre todo, por tradición. Quien decide hacer la mutilación genital femenina a las niñas son las abuelas y, en la cultura africana, sus palabras son sagradas. Las madres primerizas no piensan que les hacen daño a sus hijas, al contrario: solo siguen los consejos de las mayores. Además, hay un beneficio económico detrás; para mutilar a una niña hay que pagar, no se hace gratuitamente. Y la presión social de estas comunidades obliga a las familias a hacerlo.
“Actualmente, hay que pagar entre 30 y 40 euros para poder mutilar a una niña”
¿Pagar por mutilar? ¿De qué precio hablamos?
Depende de la etnia y la persona que lo haga. Hace muchos años, cuando yo era pequeña, las comunidades eran más tradicionales y se podía pagar con jabón, arroz, harina o cualquier otro alimento que tuvieras. Actualmente, hay que pagar entre 30 y 40 euros para poder mutilar a una niña.
¿Por qué cree que se sigue practicando la mutilación femenina en África?
Porque todavía hay personas que no son conscientes de la gravedad y las consecuencias que conlleva practicarla. Es un acto para disminuir el poder de la mujer; en países como África, la figura de la mujer y su libertad aún no están reconocidas. A la propia mujer le preocupa más seguir su cultura y ser aceptada por la sociedad, que estar bien de salud. Y esto las empuja a seguir haciéndolo. Si no estás mutilada, tienes mucha presión social porque los demás piensan que no le serás fiel a tu marido; que no serás “una mujer limpia y pura”.
¿Qué sería necesario para frenar esta práctica?
Lo más importante es que todo el mundo se implique en ello. Que la gente sea consciente de la gravedad que esta práctica puede suponer para las mujeres y las consecuencias que tienen en su salud.
“Por suerte, hay etnias como los Wólof o los Serer que ya no la practican”
¿Hay gente que se niega a practicarla en África? ¿Tiene consecuencias?
Por suerte, hay etnias como los Wólof (propias de Senegal, Gambia y Mauritania) o los Serer (de Senegal y Gambia) que ya no la practican, pero son una excepción porque en todas las demás se sigue haciendo. No existen consecuencias legales en África si no lo practicas, pero hay una presión social muy fuerte para que lo hagas. Como he dicho, pueden llegar a rechazarte por no estar mutilada y te pueden juzgar por creer que eso hará que no le seas fiel a tu marido. Incluso, me he encontrado con casos en los que es la misma la familia la que rechaza a la mujer que no está mutilada.
Usted sufrió la mutilación, ¿cuándo se dio cuenta de que estaba mutilada y con cuántos años se la practicaron?
A mí me lo practicaron cuando solo tenía una semana de vida. Siempre había pensado que las vaginas eran así, hasta que llegué a España con 15 años y embarazada de mi primera hija. Cuando la tuve, surgió el tema de la mutilación y le pregunté a una prima como hacerlo. Ella me advirtió que aquí era una práctica prohibida y fue entonces cuando supe que soy diferente a las demás, porque las mujeres europeas no están mutiladas. Además, aquí he tenido acceso a mucha información sobre este tema gracias a la televisión o a internet.
“Hay tres tipos de mutilación y, desgraciadamente, mueren muchos bebes con esta práctica”
¿Qué tipos de mutilaciones genitales existen?
Hay tres tipos de mutilación y, desgraciadamente, mueren muchos bebes con esta práctica. En la de tipo uno, se corta el clítoris para disminuir el apetito sexual de a mujer y en la de tipo dos, además se saca el labio menor de la vagina para hacer desaparecer por completo el placer sexual. Finalmente, la de tipo tres es la extirpación completa del órgano genital. Después de hacerla, se cierran los labios mayores -que se cosen y se les llena la vagina con medicina tradicional para que quede cicatrizada- y solo se deja un hueco para poder menstruar y orinar. Todas las mutilaciones se aplican sin ningún tipo de anestesia y su objetivo es guardar la virginidad de la mujer hasta que se case. En la del tercer tipo, el mismo día del matrimonio se vuelve a abrir la vagina y la mujer tiene que mantener relaciones sexuales con su marido.
¿Cuál es la que le hicieron a usted?
A mí me hicieron la de tipo uno y, realmente, no tuve consecuencias tan graves como tendría con los dos otros tipos de mutilación.
“La lucha contra la mutilación la empecé dentro de mi casa y no se la practicamos a nuestras hijas. Fue una decisión fue conjunta con mi marido”
Ninguna de sus tres hijas está mutilada. ¿Por qué escogió no hacerlo?
Decidí no hacerlo precisamente porque sé que una mutilación genital comporta consecuencias muy graves. He acompañado a muchas mujeres a las que pasar por esta situación, les han traído muchos problemas de salud y no quiero que mis hijas sufran lo mismo. Por eso lucharé día y noche para que nunca más ninguna niña tenga que pasar por una mutilación genital.
¿Fue una decisión conjunta con su marido?
Sí, la decisión fue conjunta con mi marido. La lucha contra la mutilación la empecé dentro de mi casa, para que nunca fuese un tema tabú. Mi marido y yo hablamos del tema para ver los problemas que comportaba y poder decidir nosotros mismos.
¿Qué opina su familia? ¿Lo entienden?
Mi familia de África sabe que no he mutilado a mis hijas. A mi madre ya se lo había contado y logré convencerla. Ahora hace unos meses que he vuelto de África, por qué además de hacerlo en Banyoles, estoy intentando sensibilizar de este tema en mi país. Mi madre se murió y necesito concienciar a mis primos y cuñados para poder proteger a mis primas. De momento, la mayoría están de acuerdo conmigo; aunque también hay familiares que aún no lo entienden.
En Cataluña, está prohibida esta práctica. ¿Hay familias que igualmente practican la mutilación?
No puedo descartar que no lo hagan en Cataluña, pero algunas viajan a África para hacerlo allí. Esto es algo contra lo que luchamos desde la asociación Legki Yakarues para que no se produzca.
¿Qué acciones realiza Legki Yakarues para hacer concienciar de las graves consecuencias que tiene la mutilación y evitar que se siga practicando en más niñas?
Nos enfocamos sobre todo a la sensibilización, a través de conferencias y charlas abiertas a todo aquel a quien le interese. Nos dirigimos a las comunidades africanas y a sus líderes, y también hay muchas personas que vienen por voluntad propia a pedir información. La mayoría de las madres no están dispuestas a explicarles que es la mutilación a sus hijas, así que se acercan buscando respuestas y desde aquí intentamos que no se siga haciendo. Además, acompañamos a las familias que viajan hasta África para que sepan que tienen que hacer cuando lleguen allí, para proteger a sus hijas. También hablamos con los profesionales de la salud y con las ONG que están en África, para que nos ayuden a acabar con esta práctica.
“Mi matrimonio fue concertado, pero tuve la suerte de enamorarme de mi marido”
Otra práctica polémica es el matrimonio forzado. En su caso, ¿se casó por elección propia o porque la obligaron?
Mi matrimonio fue concertado. Pienso que cada sitio tiene sus normas y su forma de educar a los hijos. La educación de mi país dicta que cuando una mujer es mayor de edad, el casamiento lo elige la familia. En Europa, las personas se enamoran y se casan; en África, la familia tiene que estar de acuerdo.
¿Está de acuerdo con esta práctica en que es la familia quien elige con quien se van a casar sus hijos?
No, no estoy de acuerdo. Allí no sabíamos que existían otras opciones de matrimonio, porque el concertado estaba normalizado y era la única opción. Ahora, tengo tres hijas y nunca les he planteado ni les voy a plantear que se casen con un hombre que quiera la familia. Estoy esperando a que algún día venga una de ellas y me diga que está enamorada y que se quiere casar.
¿Cómo se previene?
A través de la asociación, intentamos empoderar a los jóvenes y hacer entender a los padres que tienen que abandonar este tipo de prácticas culturales. Son sus hijos e hijas los que deben decidir con quién y en que momento quieren casarse.
“Cuando murió mi marido, me querían obligar a casarme otra vez y fundé la asociación para que no le pasará a ninguna otra mujer”
Usted tuvo suerte con su marido.
Sí, mi matrimonio fue forzado, aunque me enamoré de él la primera vez que lo vi. Me casé con 13 años y luego vinimos a España. Él creía en mí y estaba de acuerdo en que nuestras hijas fueran más libres, pero se murió cuando yo tenía 25 años. Después, me querían obligar a casarme otra vez y me di cuenta de que esto podría pasarle a cualquier otra mujer. Por eso creé la asociación, para luchar contra este tipo de injusticias y empoderar a las mujeres.
¿Cómo se empodera a las mujeres?
Cuando se fundó la asociación, muchas de nosotras no salíamos a la calle y si lo hacíamos, era siempre acompañadas de nuestro marido y durante el fin de semana. Ahora, las cosas han cambiado. Una de las primeras necesidades que detectamos fue la de abrir una aula de estudio para aprender a escribir y leer castellano y catalán; se hace tres días de la semana y nos permite a las mujeres salir de casa, relacionarnos y conocernos porque, lamentablemente, África no es un país para conocernos todas. También educamos para prevenir casos de abusos sexuales, matrimonio forzado o mutilación genital femenina. Y tenemos un proyecto cultural que nació hace un año y medio, donde la mujer africana aprender otros oficios para poder ampliar sus opciones y no tener que quedarse siempre en el sector de la limpieza.
¿Cuál es la postura de la mayoría de los hombres sobre el matrimonio forzado y la mutilación? ¿Quieren también acabar con estas prácticas?
Creo que no todos lo entienden o, al menos, no le dan tanta importancia. Algunos no lo ven como un matrimonio forzado, porque lo perciben como una práctica normalizada.
¿Cree que es posible que las mujeres en África ganen los derechos por los que estáis luchando a través de Legki Yakaru?
El cambio en África ya ha empezado, pero es un proceso muy lento y queda mucho trabajo por hacer. Los países donde se practica la mutilación genital femenina todavía no han cambiado la mentalidad y siguen con esta práctica. El problema es que se habla, pero el tema no se trabaja. Debemos insistir más en ello para que pronto los derechos de las mujeres en África puedan ser una realidad.